20 de julio de 2020

El libro de las ilusiones - Paul Auster

El libro de las ilusiones - Auster, Paul - 978-84-339-6812-8 ...

No recuerdo mucho Leviatán. Salvo las explosiones y la imagen de la miniatura de la estatua de la libertad. Salvo que pasaban muchas cosas pero no recuerdo salvo a un par de personajes sombríos. Esta vez, muchos de los personajes del libro de las ilusiones de Paul Auster las puedo reducir a una sola, esas vidas entrelazadas parecen reflejar una sola vida. La tragedia, la autodestruccion, la penitencia, parece un bucle sin fin y el autor en una especie de relato autobiográfico nos cuenta la historia de Hector Mann, ambientado en el Hollywood de los años veinte.



Notas:

El hombre no tiene una sola y única vida,
sino muchas, enlazadas unas con otras,
y ésa es la causa de su desgracia
CHATEAUBRIAND

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Un momento después me sentí lleno de dudas, y al instante siguiente empecé a dudar de aquellas dudas.

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Una vez leída, estaba claro que si no se molestaba uno en contestar, no dejaría de pensar en ella durante el resto de la vida.

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Había más cosas, desde luego, no dejaba de atormentarme pensando en otras posibilidades, y era como si nunca me cansase de explorar los mismos callejones sin salida

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No era capaz de pensar directamente en ellos ni de traerlos a la memoria de manera consciente,

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la paradoja consistía en que cuanto más se acercaba el cine a simular la realidad, menos lograba representar el mundo

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las comedias mudas no se habían molestado en contar historias. Eran como poemas, como interpretaciones de sueños,

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No me pregunté si valía la pena hacer todo aquello.

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Lo que importa no es la habilidad para evitar los problemas, sino la manera en que se enfrenta uno a ellos cuando se presentan.

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la película se convierte en una ilustración de la famosa consigna anarquista de Proudhon: toda propiedad es un robo.

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Cuando se lleva todas las de perder, la única manera de ganar es rompiendo las reglas. S

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Sigue viviendo en el mundo, pero en el mundo ya no hay sitio para él. Lo han asesinado, pero nadie tiene la cortesía ni la amabilidad de quitarle la vida

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Es una secuencia conmovedora, y Hector la interpreta con sencillez y contención. Ha perdido el derecho a acariciar a su propia hija, e incluso cuando le vemos titubear y finalmente retirar la mano, nos damos plenamente cuenta de la maldición que pesa sobre él

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Hector está buscando el modo de decirnos adiós, de despedirse del mundo, y para ello debe distanciarse de sí mismo.

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Mientras estuve escribiendo el libro, fui aplazando intencionadamente el momento de pensar en el futuro.

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Se envían copias del manuscrito a diversos especialistas en la materia de que se trate, y no se toma una decisión hasta que éstos hayan leído la propuesta y enviado sus respectivos informes. Por ese trabajo se pagan unos honorarios mínimos (unos doscientos dólares, en el mejor de los casos), y como los especialistas suelen ser profesores que se dedican a dar clase y a escribir sus propios libros, el proceso a veces se alarga demasiado.

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Mémoires d'outre-tombe, de Chateaubriand.

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Futuros literarios, podríamos llamar a eso, la misma operación que hacen en Wall Street especulando con el precio de la soja y los cereales.

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La cuna tiene algo de la tumba; la tumba, algo de la cuna; los sufrimientos se convierten en placeres, los placeres en dolores

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un rayo escapado de los Campos Elíseos arrojará una luz protectora sobre estas últimas imágenes mías.

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pedestre

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al cabo de un rato dejé vagar la imaginación y acabé sumiéndome en una de esas largas e inútiles meditaciones que únicamente parecen producirse cuando uno va solo en un coche.

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Lo imprevisto sucede donde menos lo esperas, como se suele decir, pero una vez que ocurre, lo último que esperas es que vuelva a suceder.

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El mundo estaba lleno de pequeñas cavidades, aberturas sin sentido, vacíos microscópicos que la mente podía cruzar, y una vez que se estaba al otro lado de esos huecos, uno se liberaba de sí mismo, se liberaba de la vida, se liberaba de la muerte, se liberaba de todo lo que le pertenecía

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como algo que pertenecía a un ámbito de cuartos estrechos y pensamientos nocturnos y no debía sacarse a la luz del día

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No había nada que ver, nada que me distrajera, que me impidiera sucumbir a mis miedos, y cuanto más tiempo pasaba con los ojos cerrados, más horriblemente veía lo que mis miedos deseaban que viese.

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como no lo acusaba ni le hacía reproche alguno ni le pedía que cambiara de vida, el cariño que Hector sentía por ella no hacía sino aumentar.

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El sentimiento de culpa puede hacer que alguien obre en contra de sus intereses, pero el deseo también puede conducir a lo mismo, y cuando la culpa y el deseo se mezclan a partes iguales en el corazón de un hombre, puede que ese hombre empiece a comportarse de manera extraña.

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nunca tan solo y tan inquieto; pero nunca tan vivo.

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Si pretendo salvar mi vida, tengo que estar a un paso de destruirla.

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carcamales

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Era feliz. Probablemente más que en cualquier otra época de su vida, pero esa felicidad llevaba aparejada una total falta de ambición.

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Si un árbol cae en el bosque y nadie lo oye, ¿ha hecho ruido o no?

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Hector la utilizó mucho en una serie de películas suyas. Una de ellas, Historia de la luz, no tiene una palabra de diálogo.

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Charlie tenía un enorme talento, es cierto, pero era de esas personas calladas, que nunca parecen estar muy a gusto consigo mismas, y la gente solía confundir aquella timidez con arrogancia.

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No conoces mucho a los actores, ¿verdad? Es la gente más desesperada del mundo.

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Las manos huesudas, cubiertas de manchas de vejez; los dedos nudosos y las venas gruesas, prominentes; piel replegada bajo el mentón; la boca entreabierta.

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palimpsesto

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Mi último suspiro, de Luis Buñuel. Como

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los hombres sólo empiezan a vivir plenamente cuando se ven entre la espada y la pared.

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Así es como pasa siempre con los cuentos. En un momento dado no hay nada. Y al instante siguiente ya lo tienes ahí, trepando en tu interior.

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debió de tener la impresión de que la verdadera obra no consistía en realizar películas, sino en hacer algo con objeto de destruirlo.

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